Sea el norte o el sur, la satisfacción está garantizada en República Dominicana

Unos prefieren a Punta Cana, otros a Puerto Plata o Santo Domingo, pero todos coinciden que pocos destinos turísticos en el mar Caribe combinan naturaleza con gastronomía y afabilidad como República Dominicana.

En efecto, el país caribeño es una nación de contrastes, en el que impera la simpatía de su gente dispuesta a buscarse el sustento en cada día. Todo esto secundado por la presencia abundante de la música popular, una amplia lista de hoteles de buen servicio y un menú culinario colmado de mucho sabor.

Tenemos un área fértil que guarda en su geografía la Cordillera Central y el Valle del Cibao. Entorno que tiene por moradores a campesinos y agricultores que saben labrar la tierra. Base económica de una pintoresca ciudad llamada Santiago de los Caballeros y de un enclave verde y sereno como Jarabacoa.

Al pie de la Cordillera están los extensos valles, que intercalados por barrancos denotan el color verde intenso de la hierba y una tierra color rojizo. Allí está Jarabacoa, donde la naturaleza colocó un par de ríos de agua fresca y rápida que son la meta de los visitantes más aventureros. Zona igualmente popular por la crianza de caballos y la posibilidad de pasear sobre uno de ellos por el amplio campo.

Una buena parte de la historia de América Hispana se consolida en Santo Domingo. Fue aquí donde los españoles fundaron en 1496 el primer enclave europeo del Hemisferio Occidental. Fue un pequeño poblado, situado sobre la margen oriental del río Ozama, del que no queda rastro alguno. Después el asentamiento fue restablecido en el lado occidental del río.

De esta manera Santo Domingo creció con calles y palacetes que perduran en nuestros días. Atractivas construcciones que tienen al inmueble del Museo de las Casas Reales como mejor exponente. Es una edificación estilo gótico isabelino de apariencia casi militar que fue erigida a principios del siglo XVI. Sede entonces de oficinas gubernamentales y la Real Audiencia o primer tribunal del Nuevo Mundo, Residencia de los Gobernadores y Generales Capitanes.

A unos pasos de allí está el Alcázar de Colón, residencia oficial del primer gobernador español, don Diego Colón, hijo primogénito de Cristóbal Colón.

De apariencia casi militar es también la Catedral Primada de América o Catedral Santa María La Menor con su imponente corte gótico tardío interior y fachada románica, construida entre 1514 y 1546.

El lado sur dominicano cuenta con otros atractivos naturales. De un lado está la vía que conduce a Barahona, Azua y Baní. Una amplia zona prácticamente inexplorada que guarda paisajes de ensueño. Tierra de playas vírgenes que no sufre aún la presencia de las grandes urbanizaciones o construcciones que alteran la composición nativa del entorno.

Al este de Santo Domingo está la playa de Juan Dolio, adonde el dominicano capitalino suele disfrutar el fin de semana. Un balneario situado en torno a un pequeño pueblo donde abundan los vendedores de pintura naif y se come muy bien a precios más económicos.

Del norte conocemos Puerto Plata, pero justamente en la zona nororiental está Samaná. Otro lugar de ensueño que felizmente no sufre el mal de las grandes construcciones, salvo un par de buenos hoteles situados en lugares muy precisos que a penas altera el paisaje.

De hecho, Samaná es una península y es el mismísimo paraíso. Allí se junta la belleza de unas blancas playas en la costa norte con la inmensa bahía situada sobre el lado sur. Imagen embellecida por ríos y arroyos que junto a interminables cocoteros, arrecifes, farallones, ensenadas e islotes dan un acabado que rememora los tiempos vírgenes del Descubrimiento. Una obra maestra de la Madre Naturaleza que deja perplejo al visitante y sirve de morada a las ballenas que vienen del frío norte entre los meses de diciembre y abril.

Diversión y buena comida

Sea el norte o el sur, la diversión y la buena comida son valores agregados que todos disfrutamos muy bien. Música y buen comer que siempre van acompañados de una cerveza muy fría. Bebida que no sólo satisface el paladar, sino que ayuda amainar cualquier alta temperatura y disfrutar mejor los platos típicos de la cocina del país.

Fuente Externa.


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